sábado, 25 de agosto de 2012

Averiguando la razón del enfado

 

Esta mañana Magdalena me ha demostrado que siempre ( o casi siempre ) hay una explicación para las rabietas o cambios de humor. En el pasado no me molestaba en averiguar la razón, solo me dedicaba a hacer lo posible por detener rápidamente las expresiones que la hacían aparecer a mis ojos como una pequeña tirana.

Como ya dije una vez, el nivel de compromiso que he adquirido con ella a raíz de empezar a leer este libro, no me permite ya ninguna de esas actitudes. Y además, aunque aparentemente son mas cómodas y dan menos trabajo, os aseguro que acababa con  los nervios destrozados y con la seria duda de estar haciéndolo bien.

Esta mañana ha bajado a jugar al jardín de la comunidad con dos niños mas mayores que ella. Como he visto que la incluían en sus juegos, he aprovechado para sentarme apartada y hacer unas llamadas. En un momento dado he visto que los niños se iban y Magdalena les seguía tan rápido como podía. La he seguido y resulta que nos hemos encontrado la puerta cerrada y el portero automático no funcionaba. 

Nada grave, está claro. 

He dado la vuelta para avisar por la terraza de que nos abrieran pero ha empezado a ponerse muy nerviosa, a quejarse, llorar..en aquel momento mis pensamientos automáticos han sido " y ahora que le pasa? que no es para tanto porque tengamos que esperar un momento" "menuda impaciencia, pues no le queda nada por aprender!

No he verbalizado nada, pero para ser sincera, no se si porque he controlado los pensamientos automáticos o porque estaba mas concentrada en conseguir que nos abrieran ( ahora la impaciente quién era? ehem ). 
Nos han abierto y una vez en el apartamento ha aumentado la intensidad del llanto, de su volumen y ha incluido pataleta en el espectáculo. Estaba Catalina, la compañera de mi padre, y la verdad, me daba apuro no saber que contestarle cuando me ha preguntado porque lloraba. 

Al aumentar la intensidad he descartado que fuera por impaciencia o por el calor. Así que acariciándole la espalda he empezado a visualizar mentalmente todo lo que había sucedido antes de encontrar la puerta cerrada. He recordado que había jugado con los niños y le he preguntado ( acordándome de no afirmar porque no funciona..ya lo he comprobado)

Mamá: ¿Estás enfadada?
Magdalena: No (llorando con la cabeza en mis rodillas meciéndose después de haber hecho amagos de golpearse con ellas.
Mamá: ¿Estás enfadada conmigo? ¿He hecho algo que te moleste?
Magdalena: No
Mamá: ¿Estás enfadada con esos niños?
Magdalena : Si ( y se ha empezado a calmar..)
Mamá: ¿Me quieres contar por qué?
Magdalena: Porque no me hacían caso ( ya no lloraba, estaba solo triste)
Mamá: he callado y la he abrazado.
Magdalena: Quiero agua

Ha bebido ( como siempre que sale de un estado así) y ha continuado la mañana de buen humor.

Los niños probablemente se hartaron (como es normal) de adaptarse a Magdalena y se habían escapado a su casa. Para Magdalena, encontrarse con la puerta cerrada tenía un significado que la hizo tener un estallido de emociones que seguramente la superaron a ella y a mi. Finalmente, al poderlo expresar sin recibir de mi parte una evaluación de lo ocurrido, pudo superarlo.

Me imagino lo incomprendida que se hubiera podido sentir si hubiera optado por lo que es mas habitual, negar su expresión e intentar detenerla. 

Dice la autora

"..cuando los sentimientos del niños se niegan, suelen verse incapaces de resolver sus propios problemas. Se enfadan porque se perciben como víctimas"

"Una vez se han expresado los sentimientos, el niño recupera su libertad y concentración y, o bien se desprende de la necesidad que tenía, o bien encuentra soluciones"











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