jueves, 30 de agosto de 2012

Ser consecuente



El otro día me encontré en una situación en la que podría haber actuado mucho mejor de lo que lo hice. Por eso, tiene sentido contarla.
Supongo que os habrá pasado alguna vez que otro niño trate mal a vuestro hijo, ya sea verbalmente o fisicamente. Mi respuesta espontánea es de protección hacia mi hijo, totalmente visceral. Pero me pregunto cuál es la manera de actuar mas respetuosa con su desarrollo.

Pasábamos unos días en casa de mi hermana en Mallorca y el día que nos íbamos, vino una sobrina de su marido. Ella no nos conocía ni a mi ni a Magdalena, pero la casa sí y quizás ese hecho hizo que, a sus ojos, fuéramos unas okupas.

La cuestión es que la niña llegó con su hermano pero sin sus padres. Desde el primer momento le habló a Magdalena de una manera muy desagradable y mi hija no comprendía porque esa niña no le dejaba tocar nada y la despreciaba de esa manera.
Ya he dicho en un anterior post que mi hija es mandona..pero esta, a mis ojos, en ese preciso momento, le daba mil vueltas. Rapidamente empecé a defender a mi hija poniéndome a su altura (metafóricamente hablando)  diciendo cosas del tipo " esta es la casa de mi hermana y Magdalena puede tocar lo que quiera" y otras cosas más.
En el momento que las oía salir de mi boca, sabía que estaba meando fuera del tiesto. La niña tenía unos 5 años y Magdalena 3 y probablemente hubiera tenido que dejar que viviera esa experiencia con mi apoyo en presencia y cariño.

Lo que quería yo era llevarme a mi hija de esa situación pero a la vez me sentía atrapada en un conflicto que era de ellas y que yo, creo que erroneamente, quería controlar para evitar que mi hija se sintiera despreciada.

¿ Qué hubierais hecho vosotros? ¿Qué debemos hacer cuando otro niño agrede al nuestro en nuestra presencia?

Al cabo de un rato corto, pero que se me hizo eterno, se fueron y cuando la niña salió al patio se le tiró el perrito encima y empezó a llorar muy asustada. Fué muy curiosa mi reacción ya que la validación ante su llanto fué inmediata y la consolé sinceramente. Eso nos conectó a otro nivel y en ese instante empecé a mirarla de otra manera y a atar cabos para entender porque esa niña se había comportado de una manera tan hiriente. Llegué a entenderla. ¿Por qué iba a ser cordial si en verdad a sus ojos éramos unas intrusas? Simplemente estaba defendiendo lo que ella consideraba un lugar familiar y propio del que ella es habitual visitante.

Es más, me hizo pensar en que si voy a ser capaz de modificar mi pensamiento y pensar en el liderazgo latente de Magdalena cuando es una mandona, no tengo más remedio que ser consecuente e intentar al menos darle la vuelta a esos pensamientos cuando son otros niños los protagonistas del conflicto.

Todos los niños se merecen nuestra mejor mirada y nuestra comprensión, no solo los propios. Supongo que será difícil, sin duda, pero se hará el intento.

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