viernes, 17 de agosto de 2012

Guerra de cojines (rebobinar)


Dice la autora

"Con la práctica, poco a poco aprenderá a detener la voz a media frase y cambiar de dirección. Cuando esto ocurra, puede reconocer su error,  "rebobinar" y volver a empezar"

"Todos hemos crecido en una cultura en que la negación es automática y que nos ha enseñado a identificarnos con las palabras automáticas que genera nuestra mente"

Hace unas semanas ocurrió una escena que puede servir de ejemplo.

Es habitual que a partir de las 8 de la tarde, los niños de la calle se empiecen a juntar para jugar y aunque se empieza en la calle, es inevitable que acaben entrando en alguna de las casas. A mi personalmente me encantan que vengan a la mía. Como me gusta todo lo relacionado con la educación aprovecho esas ocasiones para observarles. Normalmente se quedan en la sala, rebuscando entre los juguetes, pintan con temperas o modelan plastilina...pero ese día, seguramente por el hecho de llevar todo el día encerrados ya que las temperaturas rondaban los 40...parece que necesitaban liberar energía. 

Yo estaba en la cocina en el ordenador y de repente vi con el rabillo del ojo que había objetos voladores en mi salón. En un primer momento me fastidió porque me apetecía mucho mirar una cosa y esos ratos en que Magdalena se relacionaba feliz con los niños, a mi me daban un respiro. En realidad son todos niños muy tranquilos y es rara la ocasión en que me tenga que poner la gorra de policía. 

En segundo lugar apareció otro pensamiento automático relacionado con el desorden que una actividad de ese tipo iba a suponer..e incluso, hasta cabía la posibilidad de que se acabara rompiendo algún objeto. 

Me levanté enfadada dispuesta a Negar la posibilidad de jugar a ese juego. Avancé un poco con el clásico "A ver niños! ¿Qué es este desorden?  Por suerte, una bombillita se me encendió y me preparé para ver la situación desde otra perspectiva. Los niños me miraban expectantes, seguros de que les iba a fastidiar el juego. Se habían quitado las camisetas y estaban tan felices... estaban con aquella risa tonta que nos daba de niños (bendita risa). Me acordé de que podía usar los límites para que pudieran seguir disfrutando pero sin que nadie corriera peligro. El límite era claro: SOLO SE TIRAN COJINES. 

Y en realidad..Que importaban 5 cojines desparramados por el suelo? siendo honesta..QUE MAS DA?

Y otra confirmación de los perjudiciales pensamientos automáticos herencia de nuestras infancias. Yo pensé en la posibilidad de que se rompiera algo cuando precisamente he diseñado el espacio del salón precisamente con la idea de que nada se pueda romper. Pensamientos automáticos..según mi opinión este es el kit.

La intención de los niños no era fastidiarme o desordenarme el salón..su único deseo y diría necesidad, era la de divertirse y quemar energías.

Cuando rebobiné y les informé del límite me sentía bien conmigo misma y ellos, ni os digo!

Volví a mi espacio y ellos me pidieron si me parecía bien que cerraran la puerta de la cocina para evitar que me diera a mi un cojín sin querer. Les dije que si y volví a mi ratito de descanso. Recordé entonces que una psicóloga me había recomendado una vez hacer una guerra de cojines con mi hijo Pablo cuando estuvimos trabajando nuestra dificultad para conectarnos emocional y físicamente. Dijo que era muy terapéutico y que ese contacto físico a través de este juego, podía ser muy sanador.

No lo hice pero me prometo hacerlo cuando venga a visitarme en Septiembre. Será la oportunidad para validar a un adolescente acostumbrado a mi negación constante. A ver que pasa!



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